Gracias por ser gay. Un cuento corto Pt. 1

…Pero ¿desde cuando eres gay? -Preguntó mi amigo Roberto con ojos de incredulidad, algo molesto, volteando rápido a ambos lados como para checar que nadie haya escuchado el comentario, sentados en la terraza de un restaurante de ésos que tienen aire europeo, invadiendo más de media banqueta sobre una avenida de la colonia Condesa y que, por ser miércoles, no estaba tan lleno esa noche.

Fuente: EneHache

Sigue el salto para continuar leyendo:

-Desde siempre, eso no importa… La cosa es que tú eres mi mejor amigo y quiero que lo sepas. ¡Ya son muchos años de callarme esto! –Le dije mirándolo fijamente, pidiendo comprensión.

-No es un crimen ser gay, tú lo sabes, además has viajado mucho,  has vivido en otros países, no me vas a salir con que no toleras a los gays, ¿o sí? –Le lancé una mirada entre acusadora e incrédula.

-No Carlos, claro que no. Es sólo que nunca lo pensé, nunca vi actitudes femeninas de tu parte –comenta mirando al centro de la mesa.

– ¿Actitudes femeninas? ¡No me chingues! Ahora resulta que ser gay es actuar como pinche jotito Walterezco ¿no? ¡Qué mal estás Robert! Y yo que pensé que tanto viaje te habría abierto los ojos; llegaste de Francia después de tanto tiempo y me sales con ésto… ¡Creo que hice mal en contartelo, de plano! –Veo en su rostro asomarse la vergüenza por juzgarme, por sentir lo que muchos bugas afirman y juran que no son para no ser tachados de retrógradas en éstos días: Homofóbicos.

Roberto  y yo éramos amigos desde la secundaria, muy unidos. Me llevé en esa época más con él que con mi propio hermano. La primer revista “porno” o de viejas encueradas -como así les decíamos- la vi con él; la primera ida de pinta fue con Roberto, la primera vez que lo vi llorar porque lo mandó  a la goma una niña muy bonita y mamona fue en mi casa, el único de la escuela que lo fue a ver al hospital cuando lo operaron del apéndice fui yo… Lo quería muchísimo, tanto que, cuando se fue a Europa a estudiar la carrera en finanzas (siempre fue bueno para los números, siempre calculador, con los pies en la tierra, todo lo contario de mí, siempre soñador, creyendo más en la suerte que en lo planeado) lloramos al abrazarnos en la fiesta de despedida que organizó su familia, al son del mariachi y el cobijo del tequila, cuando me tocó el turno de desearle suerte, nos abrazamos muy fuerte y con los ojos llenos de lágrimas le dije:

-¡Te voy a extrañar un madral Robert!

Él, con la voz entrecortada y las emociones a flor de piel me respondió:

-Gracias Charly, verás que se pasa en friega el tiempo… ¡Te quiero un chingo cabrón! -Comentó aquella noche de agosto, hace más de 20 años.

-No, no digas eso… Gracias por tenerme la confianza… Después de tantos años, que bueno que me lo cuentas, sabes que te estimo y pues… En lo que te pueda ayudar… Sobra decir que cuentas conmigo – aseguró mirándome a los ojos y con cara de “no hay bronca”.

– Sí, lo sé, no esperaba menos de ti –respondí ya más calmado y con una leve sonrisa.

– Y… Bueno, ¿qué se siente ser gay? –Preguntó en tono de confidencia -como cuando éramos adolescentes- y acercando la silla a la mesa. Sabía que era una pregunta obligada y ya la esperaba.

-Pues no es que se sienta nada diferente a los heterosexuales. El que te gusten los hombres no es la cuestión, nos enamoramos y sentimos igual que cualquier persona, pero lo malo es el rechazo, el que te señalen, el que te digan “pinche puto” y todas ésas jaladas –tras decir eso… me siento mucho mejor.

-¡Me cae que sí se libera uno! –Pensé terminándome un café latte.

Nos quedamos callados un momento y escuchando música de violines tocando el tango “por una cabeza” que venía del interior del local, al cual dejamos de prestarle atención al sonar el teléfono de Roberto, de ésos negros carísimos.

-¿Bueno? Ah, hola mi amor ¿cómo estás? Pues aquí en la Condesa cenando con Carlos… Te manda saludos –dice volteando a verme con sonrisa de triunfador-  Ah… Ok, pues bueno, que termines pronto, yo creo que mejor ya mañana nos vemos ¿no? Ok mi amor, cuídate… Sí, yo también… Besitos, ¡bye!

Continuará…

Autor: crestrepo

Compartir esta publicación en