Ni todos gays, ni todos jotos

Por más que he intentado, esta columna no se escribe sola, así que irremediablemente siempre está muy a expensas de mi humor y deben saber que hay días en que me siento tan amable como un dragón. No tengo idea de si los dragones pasan maravillosos días, pero casi puedo asegurar que los malos son terribles.

Uno de esos incendiarios días decidí entrar a la página de FB de la Comunidad LGBTTT de Puebla y me topé con las fotos de un tipo que creyó que porque compartimos el hecho de no ser heterosexuales, todos tenemos ganas de verle el ‘paquete’. Ya sé, acabo de despertarles el morbo y me imagino que ya varios estarán buscando el link. Pues corran, hagan lo que tengan que hacer y luego regresan.

El hecho no me parece grave, en absoluto; sólo me parece total y absolutamente desagradable y desafortunado –porque entre otras cosas, el muchacho en cuestión no tenía nada que presumir, lamento informarle[s]–.

Dos días después, o quizá uno, no recuerdo con claridad, un funcionario del ayuntamiento –de estos que ya hasta tienen una arruga en forma de cruz en el centro de la frente de tanto que se persignan– tuvo a bien llamar ‘revoltosos’ a un pequeño grupo de inconformes que levantaron una pancarta en el zócalo para denunciar la obstaculización de una campaña contra el VIH-Sida por parte de las autoridades municipales. Yo me imagino que los microbuseros y los comerciantes ambulantes son todos unos sires ingleses cuando invaden las calles, digo, perdón, cuando salen a expresarse.

Contradicciones y contrastes de la vida. Para el tipo del ‘paquete’, no hay límites entre sus deseos primarios y los espacios públicos [digitales]. A él le valió sombrilla si la mayoría de quienes integran el grupo en FB es mujer-lesbiana [por si no lo notó] y si el espacio se destina en gran parte a la reflexión o a la discusión de temas del colectivo. Me imagino que de nada de eso se dio cuenta porque a él lo que le interesaba era hacer su show y que todos se derritieran viendo sus calzones de niño de primaria.

Por otro lado, al funcionario poco le importa que los espacios públicos sean públicos. Para él, las manifestaciones LGBTTTI son permitidas por la autoridad así sea en el zócalo siempre y cuando se les avise. De hecho, dijo que las manifestaciones de ‘todo tipo’, como con cierto dejo de discriminación en la frase. Perdón que insista pero me queda la seria duda de si los Antorchistas o los maestros piden permiso para marchar o plantarse ‘ordenadamente’. Si es así, en efecto tendré que aceptar que nuestros modos no son los mejores y que vamos a tener que entrarle a la tramitología y la burocracia en pro de ser un colectivo con  modales de principado.

Total que los dos personajes en cuestión no se hace uno. Ambos creen que los espacios les pertenecen para hacer lo que les dictan sus instintos porque no diré que sus cabezas y mucho menos sus conciencias; me queda claro que razonan tal como lo haría un plátano. Al primero le gusta exhibirse en donde no debe y al segundo censurar lo que no debe en donde no debe.

Cuando hablamos de visibilizar a la comunidad, deberíamos entender que no se trata de andar ‘joteando’ por la oficina, por los cines, por los hospitales. Tampoco se trata de que las lesbianas se vistan de plomeros –cliché­– y anden en brigada con sus cajas de herramientas arreglando las coladeras de las calles. O de que las chicas transexuales se sienten juntas en una mesa en los portales a fumar un cigarro mientras se arreglan el maquillaje –aunque es válido si lo desean–. Si a esas vamos, mejor organizamos una coreografía masiva de La Gaga o de plano un performance de Alaska y verán que nos divertimos lindo, aunque no ganemos nada.

De lo que se trata es de que quede claro que entre nosotros hay médicos, diseñador@s, abogad@s, meser@s, repartidor@s, maestr@s, policías, secretari@s, peluquer@s –ok, ese es un mal ejemplo–, y tantas ocupaciones como les dé la gana imaginarse. Trabajamos, consumimos y también contribuimos –hechos los que hasta el cierre de esta edición, no teníamos que solicitar permiso a ninguna autoridad– de modo que si tenemos las mismas obligaciones deberíamos tener los mismos derechos.

Sí, estoy como dragón en uno de sus días terribles. Me molesta que confundan el castillo con la cueva y que por ello se haga mal uso de los diversos espacios que tanto nos cuesta ganar y que cuando ya tenemos, otros echan a perder.

De modo que los invito, gente bonita –es una expresión, ni se emocionen– a que busquen el foro indicado para aquello que quieran expresar. Si lo que quieren es exhibirse, háganlo en su muro; si quieren coger, vayan a Manhunt –aquí les quedamos mal a las chicas porque aún no tenemos equivalente local– y si lo que les apetece es rezar por la reivindicación de los  homosexuales, ¡pues córranle a la iglesia! Pero por favor, a los que sí pensamos, no nos toquen nuestros espacios.

Fuente: EneHache

Autor: crestrepo

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