¿Cómo descubrir cuando uno se enamora de un espejismo o de algo real? Salvador Núñez

Me levanté hoy domingo extrañando con mis casi 40 años, deseando, con ese dolor del corazón al tener que dejar ir a alguien que quieres. No duele de la misma forma que cuando tenía 20, pero sí lo suficiente para seguir haciéndome muchas preguntas que en el fondo se que no tienen respuesta. Sin embargo, mientras sigamos sintiendo, manteniendo nuestra capacidad de amar, continuaremos tratando de entender, de encontrar explicación. Quizás esa curiosidad, esa necedad es la que nos mantiene vivos.

Nos levantamos de la cama dejando las sábanas de lado pero no los sueños. ¿Y Cómo hacerlo si los años nos sirven para ir descubriendo quienes somos y lo que queremos? Nos van puliendo por dentro y por fuera, nos van volviendo más fuertes cuando aprendemos a respetar nuestros más grandes y altos deseos  defendiéndolos de los más efímeros.

Cada uno tenemos nuestra propia esencia, esa luz en la mirada que debemos aprender a cuidar y respetar. ¿Cuántas veces no hemos estado dispuestos a apagarla por alguien? ¿Cuántas veces no hemos estado dispuestos a perdernos por amor? Lo más extraño es que, aunque eso no puede estar bien, sí nos habla de todo lo que somos capaces de dar, de entregar por alguien. Y eso, en mi forma personal de ver la vida, creo que es lo que nos hace más grandes, lo que nos hace siempre estar llenitos de nosotros mismos.

Nos dicen “intensos”, “emocionales” a veces a manera de crítica, pero quienes conservamos nuestra capacidad de sonreír y de seguir intentando el amor, también tenemos una alta dosis de inteligencia y autocontrol. De no ser así, viviríamos apagados y con un escudo anti-dolor.

Cada quien va jugando al equilibrista con sus propios sentimientos y emociones. Lo único importante es seguirnos divirtiendo sobre la cuerda, aprender a hacer piruetas sin miedo y con pasión, con ilusión. ¿Qué nos podemos caer? ¡Por su puesto! Pero nuestro espíritu soñador es la red que nos protege y vuelve a ponernos de pie.

Nos caemos de vez en cuando y sabemos que saldremos adelante, pero no deja de sacar moretones el tener que olvidar algunos besos, algunas miradas, caricias y cosquillas en la piel. Esos juegos y frases que inventamos juntos, las calles que caminábamos uno al lado del otro, las risas que hacían voltear a la gente, la sorpresa de descubrirnos poniendo nuestro mundo de cabeza y haciendo cosas completamente diferentes por alguien más. Esas “pequeñas incomodidades” que nos hacen crecer haciéndonos sentir más cómodos en nuestra propia piel y en la del otro.

¿Quién no ha vivido una atracción más fuerte que la de cualquier imán, esa fuerza incontrolable de lanzarte a sus brazos, de besarlo o besarla, de mirarle fijamente a los ojos con el deseo y la necesidad de descubrirte en ellos y sentirte seguro de que de cierta manera, la persona te pertenece? Y no hablo en un sentido “estricto” de pertenencia egoísta, irreal y absurdo, sino de esa complicidad, ese deseo de estar unidos y vivir de la mano, de poder existir como su primer pensamiento en la mañana, de ser su sonrisa silenciosa cuando todo se pone mal, incluso con nosotros mismos. Esa sensación de estar enojado con alguien y a la vez querer abrazarlo para descansar del enojo… Los ojos se nublan al poder recordar algo así. Porque nos enojamos con nosotros mismos cuando no podemos con las diferencias del otro, sin embargo, quien ama, ama con el corazón, no con la cabeza.

“El corazón siempre gana, incluso cuando el amor se va”.

Y sigo recordando, pensando con la cabeza y el corazón, repasando mis sentimientos y ya no se…

¿Cómo descubrir cuando uno se enamora de un espejismo o de algo real?

¿Cómo saber cuando uno se enamora de su deseo de amar y no tanto de quien en realidad es la otra persona?

Y es que siempre creemos que lo sabemos, siempre pensamos que es la persona que habíamos estado esperando por tanto tiempo, siempre encontramos señales que nos lo confirman, siempre creemos y después, resulta que no.

Entonces, los fuertes volvemos a construirnos y volvemos a creer.

La única respuesta verdadera a todo el tema creo que es esta:

Uno se enamora justo de quien tiene que enamorarse a cada momento.

La felicidad es el arte de aprender a reconstruirnos una y otra vez, de seguir creyendo.  

Si has de esconderte, escóndete en mi…

Fuente: EneHache

Autor: crestrepo

Compartir esta publicación en