Ser gay, la contracultura y los EoDM

Supe que era gay cuando sentí mariposas en el estómago de ver a Bryan Ferry (ya como solista) y a Emmanuel en su video “Solo”, o cuando el mejor amigo de mi padre me apretaba la mano a los ocho años. Tenía una barba increíble ese hombre.

Crecí y la MTV llegó a la casa de Torreón y, dadas mis circunstancias generacionales, supe primero de Porno for Pyros que Jane’s Addiction. El video “Cursed Female” no sólo potencializó una melomanía ya arraigada, me hipnotizó la forma en que el protagonista, con corte de cabello militar y la camisa bien fajada, buscaba sexo con otros tipos en miserables calles de lo que parece ser son Los Ángeles, al ritmo de la corrosiva guitarra de Peter DiStefano y la gangosa voz de Perry Farrell. Era excitante la forma que el video relacionaba sexo callejero con un buena música.

De “Cursed Female” también aprendí que salir del clóset no era suficiente, que había que ser más bien intrépido y no complaciente en ese crucial episodio en el que dices que eres un hombre al que gustan los hombres. Que ser gay era contracultural ante las buenas conciencias bugas, como el punk, ¿para qué salir del clóset y seguir los pasos de tu madre?

La semana pasada tuve la oportunidad de ver a los Eagle of Death Metal en vivo, en el foro efímero de House of Vans, y por alguna razón, cuando Jesse Hughes salió abriendo las piernas como un compás de jeans negros al centro y hasta delante del escenario, luciendo un espeso bigote y el pelo húmedo y grasoso echado hacia atrás, reviví aquella burbujeante sensación de cuando me topé por primera vez con Bryan Ferry, Emmanuel, el video de los Porno for Pyros o cuando el amigo de mi padre me apretaba la mano. Fue como acordarme, reafirmar el porqué y cómo me gustan los hombres. Supongo en eso se basa la homosexualidad.

Escribí una crónica de dicho concierto aquí mismo, en Grupo Milenio, dejando caer el espetón de mi intransigencia sobre esos gays desinteresados en disfrutar de un buen rock and roll con aliento a gasolina como el de los EoDM. Recibí más de una mentada de madre. Tienen razón: no tienen que escuchar lo que digo. Es un defecto mío eso del fascismo musical, pido disculpas pero no estoy en condiciones de comprometerme a dejar de chingar.

Pasa que me desespera la actual comodidad, pereza de la comunidad gay, lo cual se refleja en los gustos musicales que consume la mayoría, porque esa comodidad pop también desata efectos secundarios que rebasan el propósito meramente musical, por ejemplo, una soporífera capacidad de reconocer la diversidad en una comunidad que se jacta de diversa, restringiendo las posibilidades de convivencia a otros pensamientos, generando segregación. Me recuerda esos tiempos ochenteros (para muchos gloriosos) cuando los bugas simpatizantes de Flans o Magneto veían con menosprecio a esos rockeros, tan chavos banda, tan nacos.

Hoy, salir del clóset es más que suficiente, basta con repetir la historia de los bugas para sentir que se está del lado no contracultural, del correcto, al que todos quieren pertenecer.

 

Fuente: EneHache/Milenio

Autor: crestrepo

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