Exhibicionista

Se me ocurrió, espontáneamente, decir que cierto personaje público, hombre él, recurría a los desplantes de loca, término que en el slang gay utilizamos para referirnos a los arrebatos histéricos de intensidad sobreactuada, lo que Susan Sontang denominó como camp, sin que necesariamente la palabra conlleve un juicio de valor. Alguien se molestó, dijo que mi comentario era simplón, irrespetuoso y homofóbico (creo intuyó que yo era macho hetero). Contesté que suelo tener arranques de homofobia, sobre todo cuando veo a un montón de mozalbetes y cuarentones unidos tratando de sacar la coreografía de cualquier canción de las Jeans; me he puesto como loca al toparme con ex novios que se besuquean con otro tipo en los pasillos de un cuarto oscuro y que los batos de barba cerrada despiertan en mi una sucia debilidad. Entonces recibí un inbox preguntándome: “¿Por qué tienes que ser tan exhibicionista, Wences?”.

Volvió a suceder. Y volví a responder más o menos lo mismo: ¿Por qué Lorena Herrera tiene que ser tan tetona? ¿Por qué si de pronto y sin proponérmelo, cuando quedo acorralado en esa parte del Metrobús delimitada exclusivamente para las mujeres, dichas pasajeras me acribillan con sus miradas encrespadas como si fuera un depravado maniático sexual en potencia, babeando rabia antes de arremeter y penetrar a mi primera víctima? Por favor, tal argamasa de perfumes dulzones condensados en un pedazo de tren urbano me marea y hasta me detona migraña, francamente me pone de malas. Cada que eso ocurre no hallo más escapatoria que ajustarme los chícharos de los audífonos, quedarme sordo con la voz de Henry Rollins o John McCrea o Carson Cox tratando de emprender camino a la parte trasera considerada para hombres, aunque hay horas pico en las que es prácticamente imposible dar un solo paso, entonces frunzo los hombros y acepto que el mundo es buga, para bien o para mal, como en el caso del Metrobús y sus mujeres y hombres y ese dilema tan rudo y tan hetero entre el deseo y el acoso sexual.

Como sea, para mí todo lo anterior es exhibicionismo, si así nos llevamos.

El imaginario buga común nos quiere y acepta siempre y cuando mantengamos posición de firmes, casi asexuados. Soltamos un pequeño detalle homosexual y nos dicen: “Es demasiada información”, a veces en buena onda y desde el pedestal liberal, otras con las cejas hacia abajo y las manos en la cintura. Pero lo dicen. Yo pude haber dicho lo mismo cuando me enteré cómo es que se hacían los bebés. Los arriendos de convivencia los redactan los bugas y pasa que no estoy de acuerdo con algunas de sus cláusulas. Habrá quien quiera negociar con ellos, buscar amparo en su aprobación o cierta paz en la legitimización buga y están en su derecho. Yo, desde que descubrí mi atracción por los hombres a punta de retortijones al mismo tiempo que vi por primera vez el video “Cursed Female” de los Porno for Pyros, me convencí: ser gay sería sublevarme contra la heteronormatividad que me rodeaba y me rodea. Y en la rebeldía me la paso rico. Por eso mi obsesión con los detalles que muchos tachan de exhibicionismo. Puede que tengan razón.

@wencesbgay

Fuente: Milenio

Autor: crestrepo

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