Así como los hombres heterosexuales son devotos de sus equipos de fútbol o baloncesto y darían su vida por ellos, los chicos gays somos iguales con nuestras divas del pop favoritas. Es ese nivel de fanatismo que nos enceguece y nos hace defender a capa y espada a estas reinas y no sólo eso. Aquellas que puedan aparecer como posibles rivales de nuestras ídolas, se convertirán en el objeto de nuestro odio y desprecio.
Esto es algo que se ha podido apreciar desde la aparición de internet como el principal lugar de encuentro de fans mediante chat rooms, foros y más recientemente, Facebook y Twitter. Antes los clubes de fans se reunían en plazas o puntos de encuentro en pueblos o grandes ciudades, ahora es la web donde se juntan a dialogar e intercambiar material de sus admiradas.
La mente del fan enfermizo no permite dualidades; sólo te puedo gustar una sola cantante y a las otras debes odiarlas a muerte. Es como si un hombre hetero fuese fan de dos clubes de fútbol rivales. O sea que, si te gusta Katy Perry debes detestar a Lady Gaga y viceversa. Aquellos que gusten de ambas serán vilipendiados como si se tratara de bisexuales ante aquellos que no creen que tal orientación sexual exista.
“El fanatismo es un concepto que suele llevar ‘apellido’; hablamos de ‘fanatismo religioso’, ‘fanatismo racial’, ‘fanatismo político’, etc”, asegura la Licenciada en Psicología clínica y escolar María José Hernándo. “Y normalmente identificamos al fanatismo con manifestaciones de violencia. Pero eso no siempre es así: fanatismo es también la causa de los gritos y llantos de los adolescentes en presencia de sus ídolos musicales”.
Volviendo al paralelismo con los equipos deportivos, desde hace unos años, los grupos de fans de algunos cantantes y grupos pop han adquirido un nombre por el cual se los identifica. Es así como los seguidores de Lady Gaga son conocidos como “little monsters”, los de Mariah Carey son sus “lambs”, los de Katy Perry son los “Katycats”, y así para tantos y tantas otras. También, están los apodos maliciosos que inventan los detractores de algunas divas como por ejemplo, los fans de Britney Spears son llamados “the army” y más recientemente, vi a los fans de Madonna ser llamados “arqueólogos” por aquellos que desprecian a la Reina Madre del Pop y se burlan de su edad.
Está bien eso de tener alguien a quien admirar, con quien sentirse identificado, a quien acudir y escuchar su música cuando uno está pasando por un buen o un mal momento. El asunto es que el fanático no es feliz solamente adorando a su ídola, sino que también tiene que tener a una antagonista a la cual despreciar y defenestrar. Esto es algo muy humano (aunque bastante desagradable): siempre se necesita tener a alguien hacia quien proyectar nuestras frustraciones e inseguridades con el fin de sentirnos mejor con nosotros mismos.
Y como dirían nuestras madres o nuestras abuelas, todo lo que sea en exceso es contraproducente. “El fanatismo esconde unos terribles ‘efectos secundarios’: limita la libertad, empobrece el psiquismo, incomunica, limita la autocrítica y el afán de superación, reduce la riqueza de matices de la vida…”, agrega Hernándo.
Estos fanáticos extremos no permiten ningún tipo de críticas a sus admiradas. Cualquier comentario negativo acerca de sus ídolas genera una reacción violenta y una catarata de insultos como si estuviesen hablando mal de sus propias madres. Es ese amor incondicional hacia sus admiradas que no los deja ver que ellas son seres humanos, que no son perfectas, que cometen errores o que casi todo lo que hacen ya lo hizo alguien antes que ellas…
Así que ya lo sabes: estos personajes existen y son muchos más de lo que pensamos. Quizás tu mejor amigo sea uno de estos “fanáticos lunáticos”, quizás tu pareja lo sea. Peor aún… ¡quizás tu mismo lo eres y aún no te diste cuenta!