Gracias por ser gay. Un cuento corto Pt. 2

-Era Rebeca, dice que va para largo el chisme con sus amigas, que porque le están ayudando a una chava que se acaba de separar de un güey que es bien pedo y pa’ colmo huevón –dice acomodando su celular en el cinturón y frunciendo el ceño.

-Ah, y ¿Cómo está? Hace mucho que no la veo –pregunté tratando de mostrar interés.

Rebeca era una mujer guapa de 32 años que se sentía realizada  por su carrera y por tener a alguien como Roberto como su prometido; hacía todo lo que estaba de moda: dietas, aromaterapia, arreglo de su casa para que se viera “funcional”. Platicaba con sus conocidos de sus viajes y siempre ponía a México en un plan tercer mundista, pero no conocía realmente a la gente que criticaba, ni le interesaba la historia de su país (de hacerlo lo entendería más), pero eso sí: Se consideraba profundamente religiosa. Tras dos fracasos sentimentales que no la llevaron al altar, veía a Roberto como la culminación de sus sueños, los cuáles sentía que ya no se podían postergar más.

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-Bien, ocupada con lo de la boda –dice sin mucho entusiasmo.

-Ah, órale, que bien… Y, ¿cuándo se casan?

-En Julio, ya que sean vacaciones para que puedan venir sus parientes de Estados Unidos, por los niños más que nada –responde como si lo hubiera explicado 50 veces antes y sin quitar la mirada a una muchacha -curiosamente del tipo de Rebeca- que esperaba su coche con el valet parking.

-Bueno, pues… ¿Nos vamos?

-Sí, a la hora que quieras- dije sacando la cartera.

-¡No’mbre! Yo pago –propuso muy seguro y abriendo la cartera con más tarjetas de crédito que billetes, que no eran pocos.

-Ok, gracias Robert –dije con el mismo tono que cuando me disparaba una torta y refresco en la secundaria; así era Roberto: Muy espléndido con sus amigos.

Ya en el coche -el cual olía entre aromatizante fino y a la loción de Roberto, aún más fina- antes de retomar la plática me propuso:

-Oye… ¿Y si mejor vamos a echarnos unos tragos? –Dijo con tono de complicidad y sin ganas de regresar temprano a su casa.

-Sí, por mí no hay problema. ¿No tienes que pararte temprano mañana? –Pregunté accediendo sin pensarlo.

-Naah, de hecho igual y voy hasta en la tarde –aclaró muy seguro.

-Pues yo no tengo nada en contra de los gays, de hecho admiro a los que como tú salen del clóset –dijo viéndome de reojo y manejando con tranquilidad, a lo que sólo me limité a sonreír.

-¿Y ahorita andas con alguien? ¿O sea en relación? –Pregunta con cierto morbo.

-Sí, ando con un chavo que me gusta mucho –respondí con naturalidad.

-¡Je!, está bien –dice con una sonrisita que no me gustó nada en su rostro y arqueando la ceja derecha.

-¿Está bien qué? –Pregunté incómodo.

-No pues eso, de que tengas una relación –dijo en tono más serio y callando un momento, como pensando 2 veces antes de seguir hablando de mí.  -Lo que pasa es que no te ubico besando a un cabrón, perdóname, pero no lo digo para que te enojes ¡eh!

-¿Sabes cuál es la cuestión Robert? Que tú simplemente ves mi relación por debajo de la tuya sólo por ser gay. Pero esta no es una subrelación o una relación de segunda clase… Se necesitan muchos huevos para enfrentar a los demás y aún así seguir tu vida valiéndote madres, porque yo no soy feliz por los demás, trato de ser feliz a pesar de los demás –dije mirándolo mientras él manejaba sin voltear, en tono serio pero sin llegar a enojarme.

-¡Uy ya! No te me esponjes rey.  Es sólo que no me imagino el ambiente gay; como que… ¿quién la hace de mujer y quién de hombre?

Al escuchar eso me di cuenta que estaba más pendejo de lo que pensaba. Tanto viaje no lo había hecho cambiar, por lo menos lo que yo creía o esperaba.  Pero así era Roberto: con muchos defectos, bastantes virtudes y por mucho, el mejor de mis amigos.

-Pues para que te des una idea, vamos a un lugar que quiero que conozcas.  En la siguiente doblas a la derecha para salir a avenida Nuevo León –dije casi ordenándole. Él medio sacado de onda obedeció sin preguntar de inmediato a donde iríamos. Le fui indicando el camino hasta llegar a un bar de la Zona Rosa, por supuesto de ambiente gay.

-¿Y a dónde vamos? –Pregunta con cierta desconfianza pero aparentando seguridad al oprimir el botón que activa la alarma del coche, estacionado en la calle de Amberes dónde había más luz.

-A que juzgues por ti mismo al ambiente gay –respondí avanzando con el paso firme y acomodándome la camisa dentro de los jeans.

-Oye pero…

-¿Qué?  No te va a pasar nada “rey”, además vienes conmigo, nunca te llevaría a un lugar que no considerara seguro -dije con sonrisa pícara y un tono entre serio y burlón al ver como se ponía nervioso. Cuando escuchó eso se tranquilizó y creo que se arrepintió en ese momento de sus comentarios.

Al aproximarnos al lugar ya era visible el ambiente gay, sobre todo por la gente más obvia y escandalosa. La bandera gay sobresalía de la obscuridad de la calle al ser alumbrada por dos focos a sus costados; muchos negocios –la mayoría tiendas- ya estaban cerrados a esa hora. El olor predominante en el aire era de lociones y cebolla frita que provenía de los restaurantes cercanos.

Al entrar al lugar Roberto se acercó de inmediato a la barra, dejaba ver su comportamiento en bares bugas.

Tras pedir dos cervezas y observar por unos minutos con asombro, morbo y sorpresa a la concurrencia, por fin dijo algo:

-No pensé que fuera así.

-¿Así cómo? –Pregunté impaciente

Continuará…

Fuente: EneHache

Autor: crestrepo

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